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viernes, 27 de mayo de 2011

Capítulo 10. Adiós

DÍA 9 de septiembre        
Jack / De los acordes mayores, es el más grande el menor (8) / dice:
Preciosa, ¿qué tal? Te iba a llamar para vernos porque ya volví de Extremadura, pero como te vi conectada pues mejor hablamos por aquí que me sale gratis.
Brittany / La felicidad es la ausencia del miedo / dice:
Tonto…te eche de menos.      
Jack / De los acordes mayores, es el más grande el menor (8) / dice:
Normal J
Brittany / La felicidad es la ausencia del miedo/  dice:
¿Mañana?
Jack / De los acordes mayores, es el más grande el menos (8) / dice:
Me viene perfecto ¿A las 5 en la puerta del colegio?
Brittany / La felicidad es la ausencia del miedo/ dice:
Me viene perfecto.
Jack / De los acordes mayores, es el más grande el menor (8) / dice:
Entonces nos vemos allí, pequeña. Puntualidad, eh. Un beso guapa ;)
Jack acaba de cerrar sesión de Messenger.

Las horas parecían eternas. Deseaba verle con todas mis fuerzas ya que hacía mucho tiempo que no nos encontrábamos, pero si eso significaba tener que decirnos adiós, no quería tener que encontrarme con su mirar. Ante todo solamente quería estar junto a él, pero ahora tocaba separarnos al menos durante un tiempo.
No podía siquiera imaginarme su reacción. Tal vez se lo tomaría con optimismo. Tal vez le daría igual. Me estaba comiendo la cabeza. Debía frenar, frenar mis pensamientos.

Hay gente que se separa de sus familias o amigos, voluntariamente; escogen un camino y no tienen por más que recorrerlo aunque eso implique alejarse de lo que uno quiere. Pero en mi caso, nada ha sido previsto. No he tenido la posibilidad de escoger. De escoger si merecía la pena ser feliz junto a Jack. Sentía que todo acabaría.

No pegué ojo en toda la noche. El temor me carcomía por dentro. Se adueñaba de mis pensamientos y no me permitía pensar en cualquier otra cosa que no estuviera relacionada con el tema.
Ya una vez por la tarde me vestí con desgana.  Estaba mal, no quería afrontar la realidad. No sabía cómo comenzar a explicar. No sabía cómo mirarle a los ojos ahora que sabía que tal vez iba a ser la última vez que los miraba. Tan solo está idea hacía que de mis ojos nacieran pequeñas lagrimas que bañaban mi rostro en tristeza.

Si supiera salir yo sola de esta angustia podría afrontar la situación, pero ni siquiera había llegado yo misma a aceptarla, ¿cómo iba a hacer para enseñarle a alguien la situación con optimismo? ¿Sonriendo? Otra vez más esa puta sonrisa falsa, no, ya no más.

Mi reloj marcaba exactamente las cinco. Había dicho puntualidad, pero tal vez él no conocía el significado de esa palabra. Le extrañaba. Le había extrañado tanto. Y le seguiría extrañando una vez lejos de él. Del latido de su corazón junto al mío. Esta situación me estaba volviendo loca…

Corrí. Me faltaba el aire, pero le vi y no quise nada más que ir a sus brazos. Abrazarle y no soltarle nunca, nunca.

-          Preciosa – rio él mientras yo me aferraba a su cuerpo - .
-          ¡Me estás dejando sin respiración! – sonrió sin ganas. Aflojé pero no le solté - .
-          Te he echado mucho de menos. Me has tenido abandonada mucho tiempo – no le miré. No quería mirar sus ojos. No - .
-          Nunca más, te lo prometo – tal vez cumpliera sus promesas, pero ahora era mi turno para abandonarle yo a él - .
-          ¿Puedo confiar en tus promesas? – le miré con valor a los ojos - .
-          Te prometo que no me volveré a alejar de ti – no importa si ya lo haré yo por ti - .
-          Confió en ti Jack… - me volví a acurrucar en su pecho - .
Me acarició el pelo suavemente. Descendió su mano por mi espalda y…
-          ¡En marcha chico! – agarré su mano y nos pusimos a andar; riendo - .
-          ¿A dónde te apetece ir, encanto? – me ofreció - .
-          Decide tú – le dije indiferente - .
-          ¿Te apetece tener una cita en la heladería con Jack? – me guiñó un ojo - .
-          Pues claro, vamos – tiré de su brazo e intenté parecer animada - .
Nos pusimos en marcha y al caminar el uno junto al otro, debería haberme sentido cómoda, pero no fue así. Mi corazón parecía el motor de una moto justo en el momento de arrancar.
-          ¿De qué lo vas a querer?
-          De chocolate por supuesto, pero – hice una pausa – pagas tu – reí - .
-          Hay un pequeño problema.
-          ¿Cuál? - ¿otro problema más? Íbamos mejorando sin duda, de problema en problema - .
-          No me queda mucha pasta, así que tendremos que compartir uno.
-          No me importa – le dije amablemente - .
-          Siento no tenerla – hubo un momento de silencio - .
-          ¡Mira! ¡Allí! – solté su mano y me adelanté - .

Me apoyé en un muro con vistas al mar. Era completamente perfecto. Estaba en calma. Totalmente en calma. Brillaba por sí mismo. Me rozó la espalda con la palma de la mano disfrutando a casa paso de mi leve perfume. Moví el pelo y sonreí. Él hizo lo mismo dejando al descubierto unos dientes blancos y preciosos. Incluso de lejos se podía apreciar la intensidad de su sonrisa. Se aproximó y beso delicadamente mis labios, pero antes de que se convirtiera en algo más profundo me separé. Tal vez inconscientemente, pero estar con él de alguna manera menos presente, dolía. Continuamos sonriendo.

Sabía que pronto tendríamos que decirnos adiós y que mejor forma que seguir sonriendo.

-          Jack.
-          Dime.
-          Será cierto qué cuando no estás solo tienes menos miedo.
-          Supongo.
-          Vale.
-          ¿Qué pasa? ¿Por qué preguntas eso? – parecía preocupado -.
-          No nada.
-          ¿De qué tienes miedo, pequeña? ¿Hace falta que te repita que yo te protegeré de todo aquello que haga daño?
-          No vas a poder protegerme siempre.
-          Está claro. Siempre no, porque nada dura para siempre. Pero durante toda mi vida, mientras este en mi mano, me arriesgaré por ti.
-          Te quiero – le abracé - .

Le continuaba ocultando la verdad y tal vez le utilizaba para no tener miedo, no quería que eso fuese así, pero no podía por más que quisiera aceptar la verdad. Era incapaz, una meta imposible.
Llegamos a la heladería y compró un helado de chocolate grande para los dos. Salimos de la tienda. Él cogió un poco de chocolate y me lo dio con el dedo. Yo hice lo mismo pero poniéndole un poco en la nariz. Él sonrió.

-          ¿Sabes con quién te estás metiendo? – se rió - .
-          Pues claro, con el señor Jack.
-          Señora Brittany, tendré que castigarla por ser tan mala.
-          ¿Yo? ¿Mala? ¿Señora? ¿No será señorita?
-          No. Usted ya está casada conmigo – sacó uno de los anillo que llevaba en el dedo. De los cuales ni siquiera me había fijado y con mucha delicadeza me lo colocó en mi dedo índice - .
-          Entonces tienes permiso para llamarme señora, mientras sea la tuya – le sonreí y por un segundo me pareció con que con esa sonrisa se esfumaban todos los problemas - .
-          Pero aún nos queda algo pendiente – no sabía de que se trataba, ni a que se refería - .
-          ¿El qué?
-          Nuestra noche de bodas, señora de Jack – una sonrisa pícara se le dibujó de pronto en la cara y la intensidad de su mirar aumentó - .
-          Soñar es gratis.
-          Menos mal, sino te debería todo el dinero del mundo – enmudecí - .
-          No digas tonterías – me ruboricé - .
-          ¿Entonces?
-          No tienes ni derecho de soñarlo.
-          Está bien – se rindió - .
Me agarró la cintura, me atrajo hacia él y me besó.
-          Te quiero – me dijo al oído mientras yo me mordí el labio inferior - .
-          Necesito sentarme en algún lugar, estoy cansada.
-          Eso no es ningún problema, yo lo soluciono enseguida, soy un héroe – sonrió y me cogió en brazos. Casi se cayó el helado al suelo, pero conseguí salvar la situación sin ningún problema.
-          Gracias.

Próximo a la heladería había una pequeña plaza con cuatro árboles y una fuente en medio. Él se sentó en ella conmigo en brazos.

-          Antes de nada – dijo – tengo algo para ti - .
-          ¿Cómo? – me sorprendió - .
-          No pude darte tu regalo de cumpleaños.
-          ¿Estás en todo, verdad?
-          Al menos lo intento.
-          Pero es que yo, no quería nada Jack.
-          Acéptalo por mí, aunque sea.
-          Enséñamelo – rodeó mis ojos con sus manos y me besó - .
-          Ha sido el mejor regalo del mundo – sonreí - .
-          Pero, Bri, si aun no te he dado nada – estallé de la risa - .
-          Yo que me conformaba con eso – sonreí. Él en ese momento sacó de su bolsillo una pequeña cajita.
-          No te tenías porque haber molestado.
-          No es molestia  - me guiñó el ojo mientras yo abría el paquete. En él había una pulsera muy simple de oro - .
-          Me…encanta, ¡es alucinante! De verdad, muchísimas gracias.
-          ¿Quieres que te la ponga?
-          No. No lo puedo aceptar.
-          ¿Qué? – dijo asombrado - .
-          Yo no tengo nada para darte, no es justo. Lo siento. No puedo.
-          Pero preciosa, si que puedes. Es más quiero que lo aceptes.
-          Por ti, porque te quiero y porque me encanta que seas así. Pónmela – le sonreí y él así hizo. Al menos, sería el único recuerdo que tendría de él.
-          Ya está –dijo al terminar - .
-          ¿Tienes hora? – asintió con la cabeza y a continuación saco su móvil del bolsillo derecho del pantalón y la miró - .
-          Son las siete.
-          A las ocho tengo que coger un bus – le dije - .
-          ¿Tan pronto? – dijo sorprendido - .
-          Si, es que mi casa queda bastante lejos de aquí y me lleva una hora o así llegar hasta ahí.
-          Bueno no pasa nada, ya quedaremos otro día, ¿no? A parte tampoco queda mucho para que empiecen las clases.

Estaba a punto de contárselo todo, de mirarle a los ojos y decirle la verdad ya que sacó el tema del colegio, pero no encontré el valor suficiente, tampoco las palabras.

-          Está empezando a llover – la lluvia de septiembre había salvado la situación – ven – agarró mi mano y me llevó a unos soportales para que la lluvia no nos mojara - .
-          Aquí mejor, ¿no? – no le contesté y salí afuera, a donde la lluvia pudiera refrescar cada recoveco de mi cuerpo - .
-          ¡EH! – pero ya era tarde. Quería estar ahí, mojándome - .
-          Brittany, ¿Qué haces? No ves que te vas a poner como una sopa.
-          No importa, es solo agua – Detener la lluvia hubiese sido más fácil. Derramé una lágrima que nunca llegó a distinguirse, pero yo, seguía sonriendo - .

Me acerqué a él lentamente. Me resguardé en su chaqueta. Sentí su calor. Me besó en la frente y curiosamente dolió. Quemó.

-          Jack yo…tengo que contarte algo.
-          ¿Qué pasa? – me miró extrañado, como si hubiera hecho algo malo - .
-          Me voy.
-          Pero si aún son las siete y algo. Hay tiempo hasta que cojas el bus – hizo una pausa que pareció eterna - ¿Te estás aburriendo? ¿He hecho algo mal? – se salió del tema, pero de veras estaba preocupado - .
-          No me has escuchado. He dicho que me voy.
-          No te estoy entendiendo.
-          Me…voy…pero…del… - las palabras parecieron atragantarse en mi garganta - .
-          ¿Del? – él quería saberlo - .
-          De tú vida, de ciudad y de colegio. Olvídate de mí, va a ser mejor.

Salí corriendo. Llorando .Renunciando a él completamente. ¿Por qué trate de huir? Si no había forma de cambiar lo que me esperaba. Antes creía que podríamos cambiar nuestro destino si permanecíamos juntos. Tenía mis dudas pero confiaba. Ahora ya no. Se había acabado todo.
Cuando quieres a alguien, le incorporas dentro de tu propio corazón. Por eso duelo tanto cuando perdemos a alguien que queremos porque al perderle, también perdemos una parte de nuestro corazón.

sábado, 7 de mayo de 2011

Capítulo 9. La noticia

El curso había llegado completamente a su fin. Todas las emociones vividas pertenecerían ya al pasado. No las quería recuperar. Ahora comenzaba una nueva etapa.

Quería estar junto a Jack este verano. Verlo cada día. No desaprovechar ningún momento ahora que por fin podía disfrutarlos a su lado. Pero para mi desgracia Jack se tuvo que marchar a Extremadura con su familia nada más finalizar el colegio.

Pude llamarlo un par de veces, pero no las suficientes. Yo también viaje, pero a Madrid durante tres semanas. Me gustó mucho la capital. Visité los lugares más importantes de allí y compre algún suvenir. Me encanta viajar. Descubrir lugares nuevos y admirar esa belleza que tiene el mundo y la cual está tan mal aprovechada. Porque verla es un privilegio para mí y lo mejor es que puedo tomar parte para conservarla y así que todo el mundo pueda disfrutar de la naturaleza.

El verano transcurrió en un suspiro. Sucedió en un instante. Y se consumió con mis latidos. Cuatro de septiembre. Estábamos ya a las puertas de un nuevo curso, que daría comienzo justo el día doce del mes.
Podría definir este día, como el peor. El peor de mi vida. Aquel día por el que habría dado todo para que no sucediese. Aquel día que de haberlo sabido lo hubiera tachado del calendario de mi habitación. Mi cumpleaños.  Cumplía quince años y mi madre no podía resistirse a reunir a toda la familia. Quería organizar una fiesta para su niña, que ya se hacía mayor. Tonterías. No quería regalos. No quería nada. A decir verdad lo tenía todo ahora que Jack estaba conmigo. No necesitaba nada más. Ni felicitaciones, ni regalos, tampoco tarjetas; nada.

Él había cumplido los diecisiete justo antes del verano y me comentó una de las veces que hablábamos por teléfono que celebraría su cumpleaños en Extremadura también con su familia. Y ahora comprendí que todas las familias quieren lo mismo. Son completamente raras y diferentes unas de otras, pero tan iguales. Solamente quieren disfrutar de los buenos momentos, de la felicidad todos juntos, sin que se rompan esas costumbres. Y no está mal. Merece la pena. Es algo por lo que merece la pena luchar para conservar.
Cuando acabó la fiesta y estábamos despidiendo a los últimos invitados mis padres me reunieron en el salón con la escusa de que tendríamos que hablar de algo verdaderamente importante.

-          Brittany, cariño, tenemos que decirte algo – dijo seria y distante mamá - .
-          ¿Es algo malo?
-          Creemos que es lo mejor para ti. Esperamos que lo entiendas – ella habló por mi padre, ya que él permanecía inmóvil. Parecía no poder articular palabra.
-          Vale. Entonces está claro, es malo.
-          Es que depende del punto de vista. Depende de cómo lo mires.
-          ¡Mamá! ¡Al grano! Decidme lo que queráis, pero ya. Sin rodeos – comencé a temblar por el temor - .
-          Este curso no lo harás aquí sino en el extranjero – miró distante a algún lugar de la sala - .
-          ¿Qué? – susurré. Atónita. Sin poder comprender. Sin poder tampoco siquiera moverme, gritar, llorar, hacer algo.
-          A tu edad es una gran oportunidad – nadie respondió. De pronto un abismal silenció reinó. No podía aunque quisiera hablar - .
-          La gente suele ir durante cuarto de la ESO y creemos… - me levanté y ella enmudeció - .
-          No voy a ir – no pensaba negociar mi respuesta. Ni siquiera utilicé el término “quiero” - .
-          ¡Vas a ir y no hay más que hablar! – gritó mi padre alterado. Había intervenido y parecía que su labor allí había finalizado, así que abandonó el salón - .
-          Cielo, somos conscientes de que tienes muchos amigos aquí, pero no los perderás ya verás. Conocerás gente nueva.
-          Pero mamá… - me senté junto a ella y rompí en sollozos - .
-          Cariño, no llores por favor – suplicó mi madre - .
-          Solo quiero a mis amigos. No quiero conocer gente. Quiero quedarme aquí con… - Jack – mis amigas y eso – pude decir entre lágrimas - .
-          Brittany cuanto antes…
-          ¡NO! – las lágrimas no sabían estarse quietas – no quiero, por favor, no, no quiero irme…
-          No discutamos más, ¿sí? – intentaba llegar a un acuerdo cuando mi felicidad estaba en juego - .
-          ¿Por qué me lo ocultasteis? – me sentía traicionada y como una completa extraña - .
-          No estábamos seguro todavía, pero ahora ya no hay duda.
-          ¡No me lo consultasteis! ¡Decidisteis por mí! Es mi vida, no podéis tomar partida así. No podéis arruinar mi felicidad y luego decir que no tengo opción – no contestó. En este caso no podía por más que darme la razón - .
-          ¿Va a ser solamente este año? – intenté serenarme - .
-          En principio sí. A no ser que te guste…eso y decidas quedarte.
-          ¡No me va a gustar! ¿Es qué no lo entiendes? – temblaba - .
-          Piensa en tu futuro, es una gran oportunidad.
-          ¡Y dale con eso! ¡No! Bueno… sí, es una gran oportunidad para estropear mi vida, ¿eso es lo que queréis verdad? – no podía contener el dolor - .
-          Mira, Brittany, no te servirá de nada ponerte en ese plan, ¿me oyes? Cuanto antes lo asimiles mejor.
-          Pero es que ¡Nunca! Lo voy a asimilar.
-          Podemos llegar a un acuerdo, ¿te parece?
-          ¿Voy a tener opción? Lo pregunto más bien, porque como todo lo decidís por mí – ignoró mis palabras - .
-          Vas este primer trimestre. Solamente. Si no te gusta, cuando vuelvas por vacaciones de navidad te quedas definitivamente aquí.
-          Ojalá tuviera opción.
-          No es tanto sacrificio hija -  no contesté. Ya que hasta ella misma sabía que no estaba diciendo la verdad – tal vez te guste y decidas quedarte. En ese caso, no siempre estarás allí, en las fiestas, como las navidades, vendrás aquí.
-          Es que eso no va a pasar.
-          Piensa que es una buena oportunidad para aprender esto…inglés – hizo una pausa – y más cosas - .
-          ¿Sí? ¿Enserio? ¿Cosas, como decir en inglés, mis padres me acaban de amargar la existencia? – salí del salón. Sin reprimir las lágrimas. A veces la cama de uno es la mejor compañía para el dolor. La almohada es la única que conoce verdaderamente a cada uno. Ella guarda tus pensamientos y ve tus sentimientos.
Permanecí encerrada en mi cuarto durante horas. Horas que se convertían en días. Y cada día transcurría y mis lágrimas y mi dolor no se detenían. Si acaso pensaba en detener mi tristeza, esta cada vez adquiría mayor fuerza y si la reprimía dolía incluso más.

No quería comer. No habían alimentos capaces de llenar el vació de mi corazón. Ni agua capaz de secar mis lágrimas. No había nada. No quedaba nada. Tal vez aquello a mis padres les preocupase, no lo sé. De vez en cuando aporreaban la puerta con la intención de verme. De salir de aquella soledad. Pero no. Ellos lo habían provocado.

Toda mi vida por una vez era un cúmulo de sensaciones fuertes. Me sentía capaz de derrumbar cualquier barrera, cualquier muro. Podría saltar cualquier obstáculo que se me interpusiera porque era capaz de volar, de sentir. Era completamente perfecto todo lo relacionado con mi vida, era capaz de tocar el cielo y la sola idea de perder a Jack me hacía querer desaparecer. Huir tal vez de todo lo que no me gustaba, de todo lo que estaba del revés. Porque está claro que las cosas nunca salen como nos gustarían, pero por una vez, caminaba sin piedras. Firme. No había lugar a equivocaciones, ni preocupaciones. Todo era felicidad.
Tenía que ser fuerte y no aferrarme a los recuerdos y a lo que no podía ser. De nada serviría quedarse sin aprovechar los días. Sin aprovechar el tiempo que me quedaba con Jack, antes de estar sin él. Debía ser positiva y nunca, nunca, perder la fe. Porque aunque a veces suene como algo imposible, la fe es aquella esperanza que se deposita en nosotros y nos permita continuar por muy negro que este el camino. La luz que alumbra la oscuridad, por ello debía tener fe.

Pero, ¿qué iba a hacer yo sin él? Sin sus besos, caricias y abrazos. Sin su sonrisa que era capaz de iluminar una habitación entera. De su buen humor. Pensar en ello no traía más que dolor y el querer eludirlo solo lo aumentaba. Me desgarraba por dentro. Las pesadillas crecieron.

El miedo también creció con ellas. Algo estaba cambiando y no sé explicar que era.
Mis padres, para mi sorpresa, no intervinieron. Prefirieron dejarme sufrir. Prefirieron ver mi tristeza día tras día. Habían permanecido firmes en su decisión durante los días de mi terquedad. Así que me resigne a que hubiera cambio de planes, a que hubiera una esperanza de no tener que ir a aquel lugar. Eran egoístas. Normalmente ellos quieren lo mejor para sus hijos, ¿pero acaso no veían que esto no era lo mejor?
Por ello me di por vencida. Ya no había marcha atrás. Habían tomado una decisión. Pensé simplemente en ir allí tres meses y regresar. Olvidarme del mal trago y seguir con Jack. Sería lo mejor.

Los días siguientes Alicia fue la única que estuvo allí para ayudarme. Ella es la que me ayuda a ser feliz solo con su sonrisa. Y si ella es feliz para mí ese dolor casi no existe o por lo menos se esconde perfectamente bien.

Estuvo junto a mí para hacerme ver que dentro de lo malo también había cosas buenas. Que si realmente Jack me quería no se iba a olvidar de mí. Y menos ella. También me comentó que era una gran oportunidad para aprender inglés y conocer a gente nueva. Que no iba a ser tan horrible y que dentro de tres meses ya estaba de vuelta para verlos a todos. En este caso tenía razón. Debía de haberla conocido antes. Ella comprendía mi situación y solo intentaba ayudarme, consiguiéndolo.

Lo sé, a veces todo va mal y es complicado ver el lado positivo de las cosas, pero si abres los ojos, lo verás. Si abres tu corazón. Todo esto fueron palabras de Alicia. Debí haber contado con alguien antes, en vez de pensar que los malos tragos son mejor de golpe y junto a la soledad. También debí haber escuchado estas palabras tan sabias anteriormente.

No quedaba mucho tiempo antes del comienzo del curso, pero conseguí repartirlo bien para ver a todas mis amigas. Había perdido demasiado encerrada en mi habitación y solo lo había derrochado. Ellas me brindaron un gran apoyo. Me hicieron sonreír. Olvidarme de las preocupaciones. Con ellas todo era diversión. Con ellas no había problemas, no existían. Estuvieron a mi lado cuando más las necesitaba, porque sin ellas yo no sería nada. No me fallaron en ningún momento y eso es de agradecer, ya que únicamente en estos momentos te das cuenta de quien realmente merece la pena. Valoras de verdad lo que tienes. Lo aprecias más.