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lunes, 28 de marzo de 2011

Capítulo 1. Brittany

Días, días como este hay un millón. Días como este se repiten sucesivamente. Días de esfuerzo o de cansancio. Bien es cierto que los día pueden convertirse en una rutina, bien es cierto que la propia vida lo es. El día es ahora, es un instante incierto que si lo dejas pasar por el mero echo de que sea una rutina nadie te lo devolverá.

No sé a qué genio de la filosofía se le habrán ocurrido estas palabras; me da igual que para él la vida sea una rutina, yo no creo eso. No quiero creer eso. Adiós filosofía. Hola trabajo. Hola cansancio.

Tendré muchos. Muchos defectos. Algunos piensas que son beneficiosos, ya que una vez encontrados puedes corregirlos y mejorar; otros que piensas que en el momento que los defectos te agobian, sobresalen sobre todo lo bueno ¿Mi defecto? Dejarlo todo para el último momento sin duda alguna. Mi madre está ya cansada de repetirme sin resultado lo mismo: "Bri, Cariño,siempre dejas todo para el último momento y luego vienen los agobios". Ella pertenece al segundo grupo. Hace tiempo ya que dejó de engañarse y pensar que algún día cambiaría. Yo soy como soy. Ella lo acepta pero no deja de ser madre y como consecuencia esta en su deber corregirme.

Eran ya las doce de la noche de un aburrido domingo y debía acabar un trabajo de Lengua cuya fecha límite de entrega era mañana; sobre un libro que la profe de Lengua nos mandó leer: "Rebeldes". Ha sido el único que he leído y sobretodo no me arrepiento de ellos, es fantástico. Manos a la obra.

Mis párpados se abrían y cerraban como la luz intermitente de un semáforo. Alcé la vista, necesitaba distraerme por un momento. Olvidar que hoy era lunes y tenía como consecuencia obligaciones que cumplir. A través de la ventana de mi pequeño cuarto la oscuridad se apoderaba de la soledad de las calles de la ciudad. Vivíamos en un edificio antiguo del centro. De pequeña siempre soñé con ello. Me encantan estos edificio: la antigüedad, lo que representan, la belleza por admirar...

Dos fuertes golpes en la puerta rompieron el encanto de un sueño infantil que llegó a hacerse realidad.

- Brittany, soy yo, ¿puedo pasar? - Dio por echo la respuesta y entró - .
- Hola mamá.
- Cariño ya es muy tarde, ¿por qué no te acuestas? Mañana te tienes que levantar muy temprano.
- No puedo - me negué a la idea que más falta me hacía - tengo que terminar este trabajo de Lengua - .
- Siempre dejas todo para el último momento y luego pasan estas cosas, haber cuando aprendes - sí, tenía razón. De haber acabado antes ahora estaría descansando - pero, tal vez  pueda ayudarte, ¿qué te queda para acabar?
- Solo colorear la portada.
- Dame entonces el trabajo, acabo yo de colorear.
- Gracias mamá - se lo agradecí con un beso en la mejilla. Después le entregué lo necesario para terminar - .
- De nada cielo, pero ahora acuéstate y descansa.
- Lo haré, hasta mañana mamá - estaba muy liberada al sentirme totalmente despreocupada de ese trabajo - .
- Hasta mañana. Duerme bien - dijo, mientras se alejaba por el pasillo - .

Entre mantas e ilusiones el cansancio me venció.

" Llegó ese momento. Mis manos comenzaron a temblar como nunca antes, mientras acompañaban al resto de mi cuerpo en ese miedo.
Estaba sola en medio de la nada. Angustia y soledad. Varias lágrimas nacieron y murieron en un mismo instante.
El dolor se apoderó de mí y adueño mi corazón como si de una batalla se tratara. Este mismo hizo de mí un ser con miedo y solitario, que permitió que cometiera actos horribles e hirientes; ya que en el fondo lo único que sentía era soledad. La realidad es que estaba tan vacía por dentro que el dolor aprovechó esa situación para hacer más daño aún del que estaba sintiendo".


Me desperté. Había sido una pesadilla. Quise ver la hora, así, incorporándome alcancé el despertador. Dos y media. Lo coloqué en su lugar e intenté conciliar el sueño de nuevo; aún con miedo, como si todo lo ocurrido hubiera sido real.

"Luna lejana. Luna que ilumina, que brilla. Luna en lo alto. Reflejo de la luna. Luna y más luna para todos. Luna igual para personas que ríen y lloran. Luna, luna llena. Luna.
Iba corriendo por la calle. No había coches, tampoco movimiento; solamente oscuridad. Esta era abrumadora, tanto, que provocaba en mí miedo y desconfianza; no podía quedarme parada a la espera de que algo ocurriera. No pasaba nada. Nada al menos que pudiera ver. Pasé en frente de un viejo teatro abandonado, algunas estrellas habrían llegado a brillar allí, pero justo en ese instante, en el que creía que nada sucedería, un ruido rompió ese silencio tan monótono. Busqué a mi alrededor, pero ni rastro del causante; de pronto, el miedo cobró vida propia y se apoderó cada vez más de mí. Seguí atenta, expectante, pero no hallé nada y la ansiedad aumentaba.
Un conjunto de sombras aparecieron de pronto sobrevolando el cielo, llenando la ciudad de terror. Todas ellas en un segundo se unieron para formar una sola persona. Iba recubierta con una capa negra, no podía distinguir su rostro, estaba totalmente cubierta. Pude distinguir por la anchura y altura que se trataba de un hombre. Fijaba su atención en mí. Al fin y al cabo era la única persona allí. Empecé a correr desesperada, con miedo a lo que podría ocurrir. El desconocido me siguió. Cuando pensaba que ya no seguía ahí, de pronto, aparecía de nuevo. Era como mi propia sobra, no desaparecía, nunca. 
Continué corriendo sin mirar atrás, adquiriendo velocidad, hasta tal punto de quedarme sin aliento. Llorando con la esperanza de que así se alejaría, pero no daba resultado.
Primera calle a la derecha, la suerte no estaba de mi parte; era un callejón sin salida.
Angustia sentí, no podía salir de allí, ni huir ni regresar. Me arrimé lo más que pude contra la pared. Tierra trágame, por favor. Una lágrima tras otra recorrían mi rostro, era demasiada la impotencia que sentía al no poder hacer nada por salvarme. Un grito de desesperación. Mis últimas fuerzas las malgasté en intentar tirar el muro abajo, sin resultado. El hombre de la capa me alcanzó enseguida. Fue ver su silueta y comenzar a temblar. Nunca antes sentí tanto temor, nunca. Cerré los ojos con fuerza, respiré hondo. Los abrí con esperanza, esperando que no se hallara más allí, pero para mi sorpresa en un segundo se abalanzó sobre mí, arrojando mi cuerpo al vacío. Un rayo de luz lo cegó todo".


Cuando desperté yacía en el suelo de la habitación junto a la cama. Otra pesadilla, pero había sido tan real como si toda esa angustia la hubiera vivido. No me recompuse del susto hasta pasado un rato. Aún tiritaba mientras terminaba de secar todas esas lágrimas de mis mejillas. La cabeza me daba vueltas y dolía, me debí dar un fuerte golpe al caer de la cama. Esto había provocado un pequeño corte en la nuca, no comprendía como ya que no había ningún objeto lo suficientemente punzante para hacer ese tipo de herida. Aunque no fue eso lo que más me preocupó sino el dolor. Era muy fuerte y aún había alguna que otra macha de sangre tanto en el pijama como en el pelo y el suelo.

Me intenté levantar, pero el primer intento fue fallido, me temblaba todo el cuerpo esto provocó mi caída. Lo volví a intentar y con dificultad pero esfuerzo logré ponerme en pie. Me dirigí al baño para poder ducharme. Una vez allí me puse enfrente del espejo para poder ver con más exactitud la herida, aunque, el pelo no permitía con claridad la visión. La parte trasera del pijama estaba muy sucia, lo eche a lavar. Recogí el pelo en una coleta y entré en la ducha. No sabía si lavarme el pelo, por el posible dolor al enjabonarlo, pero al final me decidí por ello. Me quité el recogido y lavé mi pelo, pero la herida dolía, aunque no se podía comparar ese dolor con el sufrido anteriormente en el sueño.

Nada más acabar me dirigí a la cocina en busca de algún medicamento para el dolor de cabeza o algo parecido. Al final encontré lo que buscaba y me tomé una pastilla que haría desaparecer el dolor. Decidí ir a la habitación, allí busqué distraerme y relajarme.

Eran las seis. Normalmente para ir al colegio a las ocho menos veinte ya estaba en pie. Tenía mucha hambre, pero consideré que de momento era aún muy pronto para desayunar. Me llegaba el tiempo, así que encendí el ordenador, aun siendo consciente de que nadie estaría conectado a estas horas, pero al menos ocuparía mis pensamientos en otra cosa; olvidándome así de dolor. Para mi sorpresa cuando entré en el Messenger Claudia estaba conectada.

Brittany/ La felicidad es la ausencia del miedo/ dice:
- Hola Claudia, ¿qué tal? ¿Por qué conectada a estas horas?
Claudia dice:
- Hola Bri, muy bien, y ¿tú que tal? Me desperté varias veces por la noche y como ya no me daba dormido otra vez encendí el ordenador ¿ y tú?
Brittany/ La felicidad es la ausencia del miedo/ dice:
- Yo tuve una noche rara, muy rara en verdad. Es una larga historia.
Claudia dice:
- Creo que tenemos tiempo de sobra para que me la cuentes.
Brittany/ La felicidad es la ausencia del miedo/ dice:
- Tuve dos pesadillas. La primera no fue nada comparada con la segunda. De la primera me acuerdo vagamente, pero la segunda... la segunda, fue horrible. Estaba sola en la calle, pero de pronto un señor me empezó a seguir. Hasta acabar en un callejón, no había salida. Yo tenía mucho miedo. El hombre me tiró y luego desperté en el suelo.
Claudia dice:
- ¡Jope! Menuda historia...¿y estás bien?
Brittany/ La felicidad es la ausencia del miedo/ dice:
- Más o menos, tengo una herida y me duele la cabeza por culpa de ello.
Claudia dice:
- Tómate algo para el dolor de cabeza, aunque a mi también me duele un poco, que estuve toda la noche haciendo el trabajo de Lengua.
Brittany/ La felicidad es la ausencia del miedo/ dice:
- Me tomé una pastilla hace poco y ya me duele menos. En breves iré a desayunar que hay hambre. Yo también estuve hasta las doce y media pero luego mi madre lo acabó y me fui a la cama.
Claudia dice:
- ¡Qué suerte! Yo lo tuve que hacer solita. Yo voy ahora a desayunar. Adiós Bri.
Brittany/ La felicidad es la ausencia del miedo/ dice:
- Vale, adiós. Nos vemos en unas horas.

Cerré la sesión del Messenger y apagué el portátil.

Tuve que buscar el trabajo antes de ir a desayunar. No tardé mucho en encontrarlo ya que mamá lo había dejado en la cocina. Lo guardé en la mochila así acabando de preparar las cosas de hoy. Desayuné con calma y al acabar eran las siete y cuarto. Las clases comenzaban en una hora. Disponía de tiempo, pero decidí vestirme ya y así salir. Estaba cansada de estar en casa, necesitaba un poco de aire y la cabeza ya casi no me dolía.

Dejé una nota pegada en la nevera:
"Mamá, salí antes de casa, me levanté pronto y he salido a coger el bus. No te preocupes, estoy bien. Un beso. Brittany":

Quince minutos tuve que esperar en la parada del autobús, pero la espera se hizo corta al ir escuchando música. Todo fue mucho más ameno.

Antes de ir al colegio, como todos los días, pasé por casa de una amiga para ir con ella, pero su madre me dijo que aún no estaba lista. Tuve que ir sola hasta el instituto, la idea no me agradaba demasiado pero tampoco tenía otra opción. Ya que aún eran las ocho pensé que no habría nadie por el colegio, pero me equivocaba. Mientras cruzaba el paso de peatones que llevaba la instituto, le vi. Ahí estaba él. De pie contra la pared. Aburrido, indiferente. Mi corazón se escuchaba, alto gritaba.

1 comentario:

  1. Me ha gustado mucho este capítulo Brittany :)
    A ver quién es ese chico tan misterioso jiji.
    Un saludo y sigue así de bien!

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