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miércoles, 27 de julio de 2011

Capítulo 14. Noche

No había nada. No se encontraba allí ningún colegio, tampoco una casa, ni siquiera una seta. Solo agua, agua y más agua. Transparente y cristalina. Refrescante y tal vez no potable.

Tampoco había ningún profesor que nos indicase el camino. Allí solamente nos encontrábamos nosotros; los estudiantes. En su mayoría felices de poder estar ahí.

Dentro del inmenso lago se hallaban unas barcas sencillas hechas con madera. Todos comenzaron a llenar estas barquitas, junto con su grupo de amigos. Yo me adentré en una completamente vacía. No conocía a nadie. Aunque pronto se lleno de gente, casi no quedaba sitio.

Se puso en marcha. No había ningún motor a la vista y tampoco nadie que la condujese hasta el colegio, tal vez funcionara con algún mecanismo desconocido para mí.

Me fije en cada una de las personas que se había sentado junto a mí. Eran tres chicos, dos de ellos bajos, pero no excesivamente feos. Me sorprendió el hecho de que hablaran en castellano, parecía que ninguno de los allí presentes dominara el inglés; aunque siempre las apariencias engañan.

-          ¡Estoy deseando llegar! – dijo uno de los niños. En este caso era el más alto de los tres. Tenía unos perfectos ojos verdes y cabello rubio, pero demasiada nariz aguileña - .
-          ¡Y yo! Sobretodo quiero volver a esas clases, ¿os acordáis? Me lo pasaba genial, me reía un montón – opinó el de nariz chata, cuyos ojos azules estaban cubiertos por unas pequeñas gafas de pasta - .
-          Claro que me acuerdo Nicolás, tengo buena memoria – sonrió aquel al que su mirada grisácea me recordaba a la persona que yo quería, sí, sus ojos eran semejantes a los de Jack, profundos y preciosos, pero no había comparación – Pero vosotros no sabíais hacer nada, el único que era bueno aquí, era yo.
-          Tu mismo lo has dicho Fran,  “Eras”, veremos este año quien es el mejor con la escoba – intervino de pronto el chico de ojos verdes - .
-          ¡Pero calla, Javier!  Si yo era el mejor.
-          Pero Fran si ni siquiera sabias usarla – había descubierto todos sus nombres. El de los ojos verdes se llamaba Javier, el de gafas Nicolás y ya sabemos el resto… - .
-          Chicos, basta ya – faltaba la mano femenina en esta discusión. Intervino, pero apenas escucharon sus órdenes - .
-          Chicos…  - ellos continuabas discutiendo acerca de quién era el mejor barriendo, si eso era un problema para ellos, no quiero pensar lo que consideran entonces mi vida - ¡CHICOS! – esta vez chilló tanto que todos enmudecieron de pronto. Ella también tenía los ojos verdes y cierto parecido con Javier. Su pelo rubio, corto y acompañado con un flequillo recto, estaba recogido con dos pinzas a ambos lados de su cabeza – No discutáis más, mañana en clase podréis discutir sobre este tema. Además ya casi hemos llegado, no me apetece escucharos más y seguro que esta chica tampoco, ¿estás harta, no? – me había dado pie a entrar en su conversación. Quizá se habría percatado de que los estaba escuchando desde el comienzo del viaje - .
-          Gritaban bastante si… - dije tímidamente tratando de sonreír, pero de pronto las caras de los chicos a los que acababa de evadir su conversación personal se hallaban concentrados mirándome, por un momento me sentí avergonzada - .
-          Nunca antes te había visto – afirmó Nicolás. Todos parecieron repentinamente interesados en mí - .
-          Eres nueva, ¿no? – pregunto Javier, aunque ya sabía la respuesta - .
-          Encantado, yo soy Fran – se aproximó a mí y me dio dos besos en la mejilla, a continuación vinieron los otros dos copiándole, presentándose, aunque yo ya sabía de sobra sus nombres - .
-          Encantada, yo soy Brittany – todos me sonrieron - .
-          Que nombre más bonito – dijo Fran - .
-          ¡A mí me parece más bonito! – Exclamó Nicolás - .
-          ¡No! ¡A mí! – se sobresaltó Javier - .
-          Discúlpalos, siempre están igual. Yo soy Cathy.
-          No si no importa Cathy. ¿Qué son tus amigos?
-          ¡Qué va! ¡Quien me diera; si fuesen mis amigos no tendría que aguantarlos todos los días!
-          Entonces, son tus hermanos – era más una afirmación - .
-          Exactamente, hermanos insoportables.
-          ¿Es para tanto?
-          Muchísimo, ya verás cuando los tengas que aguantar en el colegio.
-          Si son tan pesados como los pintas, espero que no me toque aguantarlos – le susurré - .
-          Supongo que nos tocará en la misma clase, porque ¿Cuántos años tienes?
-          Acabo de cumplir los quince este verano, ¿vosotros también?
-          Pues sí, todos menos Nicolás que tiene catorce.
-          Entonces creo que queda casi confirmado que nos toca aguantarlos en la misma clase – reímos - .
-          Dentro de poco lo sabremos con seguridad. Ahora vamos, que ya hemos llegado.

Me giré aún con miedo. Temiendo lo que me podría encontrar allí, ante mis ojos.

Un gran edificio se encontraba ante mis ojos. Su altura parecía alcanzar el cielo. Su estructura externa ya era hermosa, no creía ser capaz de imaginarme el resto. El colegio tenía forma de castillo y este estaba rodeado por treinta y un quilómetros de bosque. Ocho torres acompañaban a la inmensa estructura. Acababan en pináculos.

Salí de la barca con mucho cuidado, acompañada de Cathy y sus hermanos. Juntos nos dirigimos a la entrada de aquel, para mí, misterioso colegio.

Junto a la puerta se encontraba un personaje muy peculiar. Vestía un traje de gala. A cada paso que daba podía ver con mayor exactitud los rasgos de su anciano rostro. Su pelo engominado hacia atrás vestía con alguna que otra cana y dejaba al descubierto su vieja y arrugada frente. Sus ojos eran claros. Su boca dejaba al descubierto una media sonrisa. En la mano tenía unas llaves, nada más llegar junto a él comenzó a hablarme.

-          Señorita Brittany, mi nombre es Dylan y soy el conserje del colegio. Aquí le entrego las llaves de su habitación. Por si no le informaron aún; tendrá que compartirla con dos alumnas más, espero que se sienta lo mejor posible – no daba crédito a lo que mis oídos escuchaban, hablaba en castellano y lo más sorprendente; sabía mi nombre - .
-          Muchas gracias – dije tímidamente, intentando sonreír -.
-          Para lo que necesite, estoy a su disposición.
-          No creo que pueda resolver todos mis problemas – susurré, acordándome de Jack - .
-          No, quizá no pueda porque tú sabrás como resolverlos.
-          ¿Y si no sé?
-          Nadie nace sabiéndolo todo, pero tienes que aprender a confiar.
-          Yo confió – me miró de otra manera. Él sabía perfectamente que estaba empezando a desconfiar de este lugar, de todo lo que me rodeaba y quiso transmitirme eso con una simple mirada. Me dispuse a irme - .
-          Señorita.
-          Puedes llamarme Brittany.
-          Recuerde lo que le he dicho.
-          Sí, conseguiré confiar.
-          No. No sé trata de conseguirlo, sino de sentirlo.
-          No lo entiendo.
-          Cada cosa tiene su momento – di por terminada la conversación. No comprendía sus palabras ni a que se refería con ellas. Pero como él acababa de decir, “cada cosa tiene su momento” y a mí ya me llegaría el mío para comprender todo. Si es que había algo que entender o como también había dicho, era todo cuestión de sentir. ¿Pero sentir el qué?

El interior del colegio era incluso más bonito que el exterior. Tenía mucho espacio y el techo parecía alcanzar el cielo. Numerosas escaleras subían y bajaban. La entrada principal estaba adornada con números cuadros y relojes que colgaban de sus paredes. La estancia estaba iluminada por lámparas de cristales. En el centro había sofás de cuero, en los que varios alumnos ya se encontraban sentados. En el ángulo derecho de la sala había una pequeña recepción, una chica se escondía tras de esta, llevaba un traje de gala, parecido al de Dylan, pero de él, sobresalía una corbata roja.

Estuve un buen rato paseando por aquel colegio. Era inmenso y muy lujoso. Encontré las aulas, el comedor y otras estancias. Una vez hallados los dormitorios, me di cuenta de que estaban separados por sexos.

En las llaves que Dylan me había entregado minutos atrás había una pequeña pegatina adherida a ellas. Ponía exactamente el número de mi habitación: “123”. Hallarlo no fue complicado. Avancé por un pasillo de piedra hasta llegar a la habitación.

Abrí la puerta tímidamente después de dar dos leves golpes en ella. En la estancia se encontraban dos chicas, al parecer completamente distintas. Una de ellas colocaba su ropa en el armario, se le veía responsable y lo más probable es que quisiera acabar de deshacer su maleta lo antes posible, para olvidarse de futuras preocupaciones. La restante yacía en su cama con los ojos cerrados. Escuchaba música de su reproductor. No se percató de mi presencia, seguía distraída, relajada.

-          Hola – dije tímidamente. De pronto la chica que colocaba su ropa se detuvo para dedicarme un poco de su atención. Tenía el pelo negro y algo ondulado;  le sobrepasaba los hombros. Sus ojos eran oscuros, del color del chocolate - .
-          Hola, me llamo Natasha – sonrió. En cambio su compañera seguía tumbada, sin enterarse de que el mundo continuaba a su alrededor.
-          Brittany – le devolví la sonrisa – aunque normalmente siempre me llaman Bri.
-          Perdónala, Bri – miró a la chica desconocida para mí – siempre está en las nubes – se rió - .
-          ¿Cómo se llama?
-          Andrea – posó su dedo índice sobre sus labios para que permaneciera en silencio. Enroscó rapidamente uno de sus pantalones y se lo lanzó para que bajase de las nubes.
-          ¿¡Pero quién coño me ha tirado esto!? – miró furiosa a Natasha – te la vas a cargar…
Luego nada más. Solo silencio. Silencio al verme, contemplando su mal genio, su postura defensiva.
-          ¿Quién es esta?
-          Esta tiene nombre – su pregunta y su indiferencia me hirió  - .
-          ¿Y bien?
-          Brittany, encantada.
-          Yo no podría decir lo mismo – murmuró, más logré escucharlo. Las cosas estaba claro que nunca resultan como nos gustarían y por lo tanto no podría caerle bien a todo el mundo - .
-          Podrías ser un poco más amable, ¿no? – Natasha intervino - .
-          Sabes que no soy así, no voy a fingir algo que no soy.
-          Pero la chica no te ha hecho nada, además es nueva.
-          Cierto, ¿y?
-          ¡Déjalo! Eres imposible.
-          Por lo visto es tú primer año aquí – Andrea afirmó, dirigiéndose hacia mí - .
-          No hay que ser muy inteligente para deducir eso – ataqué por su comentario anterior mas ella hizo caso omiso y continuó serena la conversación - .
-          ¿Y por qué decidiste venir?
-          En realidad no fue cosa mía.
-          ¿De quién entonces?
-          Mis padres pensaron que sería una gran oportunidad para mí venir aquí.
-          No tengo tan claro yo que ese sea el motivo – desconfió, aunque no hubiera otra razón por la que yo me viese obligada a venir hasta aquí - .
-          ¿Y según tú, entonces, por qué estoy aquí?
-          Sé lo que quieres y cuáles son tus planes – no sabía a donde quería llegar ni cuáles eran sus intenciones mas a pesar de todas mis dudas e incomprensiones decidí continuar con su juego - .
-          ¿Enserio? No puede ser…Me has descubierto.  He de admitir que sí, soy una bruja y entre mis planes estaba mataros a todos - .
-          ¡Qué graciosa! – la ironía le quedaba grande - .
-          Brittany no le hagas caso, será lo mejor.
-          Está bien y… ¿tú por qué decidiste venir aquí?
-          Necesitaba alejarme de mi hogar, desconectar de todo aquello. También quiero demostrarles a mis padres lo que valgo y todo lo que puedo dar aprendiendo nuevas técnicas – era absurdo ver como yo haría lo imposible para volver a casa y en cambio otros querían aprender técnicas de estudio en el extranjero - .
-          ¿Y tu Andrea?
-          Yo en cambio no tengo porqué demostrarle a nadie nada. Estoy aquí básicamente por la misma razón; me gustaría aprender nuevas técnicas y por supuesto también a interpretar mejor los libros.

La conversación llegó a un punto de incomprensión que yo no llegaba a alcanzar. Me sentí desorientada entre tanta información que asimilar de golpe ¿Acaso Andrea era analfabeta? o tal vez no sabía leer, ¿no entendería la historia o incluso el mismo inglés? No comprendía si ella entendía o no las materias porque ahora lo verdaderamente importante era el hecho de que la que se encontraba en fase de confusión era yo misma.

Natasha continuaba vaciando su maleta poco a poco. Ordenaba su ropa por colores en el armario. Parecía una chica muy ordenada y por consiguiente le gustarían las cosas a su manera. Mis dos compañeras de habitación daban la impresión de ser muy contrarias entre ellas, diferentes y distintas; pero se habían adaptado la una a la otra. Quizá eso mismo llegara a ocurrirnos a nosotras. Andrea seguía inmóvil sobre la cama, igual que su maleta, aún inerte a los pies de la misma. Parecía no tener mayor intención de abrirla, al menos de momento.

Me sorprendió el hecho de que de pronto Natasha sacara de su maleta una gran escoba. No entendía el cómo ni el por qué, pero allí estaba; entre sus manos. Entonces las dudas me asaltaron y con ellas las preguntas que formular.

-          Natasha,  ¿cuántos años llevas viniendo aquí?
-          Creo que dos, espera, ¿eran tres? O tal vez… - ella continuaba calculando - .
-          Mejor déjalo – reímos - ¿Hay alguien aquí que limpie las habitaciones?
-          De la limpieza se encargan los asistentes, pero lo que es el orden y las camas nos toca a nosotras.
-          Vale – di por acabada la conversación. No quería aumentar incluso más las numerosas dudas que bombardeaban mi pequeña cabeza. Sino quizá acabaría explotando.

La tarde se paso rápida entre risas y bromas en las cuales Andrea no participó. Natasha y yo permanecimos en la habitación todo el tiempo hablando y aprovechando para conocernos pero también para acabar de deshacer nuestras maletas y ordenar las cosas que yacían en ellas. Ya bien entrada la noche, Andrea irrumpió en la habitación y esta vez sí, abrió su equipaje y se dispuso a colocar sus pertenencias. 

Sobre las once una mujer de aspecto anciano irrumpió en la habitación, su cuerpo ya con arrugas se veía cubierto por un uniforme gris, el cual conjuntaba con su pelo, solo que de este sobresalían algunas canas. Llevaba en la mano una bandeja con tres platos hondos, ya de lejos se podía apreciar el delicioso olor. Era diferente a cuales había experimentado, distinto y seguramente único. Nos dejó los cuencos en el escritorio de la habitación, justo enfrente de la cama de Andrea. De ellos sobresalía una considerable cantidad de humo, lo que indicaba que la sopa estaba demasiado caliente todavía para poder tomarla. Nos sonrió y sin decir ninguna palabra cerró la puerta. Cenamos una vez que la sopa enfrió.

 Ya bien pasadas las doce decidimos acostarnos, el viaje hasta aquí había sido largo y me sentía realmente agotada, con ganas de descansar. Sin embargo no conseguí conciliar rapidamente el sueño y por consiguiente no dormí precisamente bien. Estaba nerviosa, más nerviosa que de costumbre, algo me preocupaba, era algo así como un mal presentimiento de todo esto. No conseguía averiguar qué era lo que iba mal, pero estaba segura de que algo sin ninguna duda estaba fuera de su sitio. El hecho de hacer nuevas amistades en un sitio en el cual tendría que empezar de cero ya no me preocupaba. Había conocido a personas muy interesantes en la barca de camino al colegio y una vez en él a una persona amable y maravillosa, Natasha.

2 comentarios:

  1. Natasha..su primera amiga en condiciones allí.

    ¿Y eso de la escoba? umm esto me recuerda a Harry Potter, ¿Correcto? jaja :)

    Publica pronto.
    Un beso!

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  2. Pues sí, pero pronto irá conociendo al resto y haciendo más amigos.
    Obviamente el colegio ya no es como ella pensaba, ya se descubre el resto en el siguiente capítulo ^^ , pero sí correcto.
    Un beso!

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