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viernes, 8 de abril de 2011

Capítulo 5. Jack vs Brittany

Esperé ansiosa. El tiempo sí que parecía no pasar. No estaba segura de que ocurriría una vez allí, cómo debía comportarme. No estaría a la altura de la situación.

Me preparé una hora antes. Puse todas mis cosas en un bolso grande y me dispuse a salir, aunque pensé que no lo lograría, mis piernas con sus temblores parecían no dejarme ni dar un paso más.
Eran las cuatro menos diez cuando salí de casa. Pensé que no me daría tiempo. Coger el bus, llegar allí. Tanto que hacer en tan poco tiempo considerando que el colegio está en la otra punta de la ciudad.

Llegué allí. Pasaba un poco de la hora que habíamos acordado mas él no se encontraba. Me sentí ridícula. Creer que quería quedar conmigo. A veces soy tan ingenua que me creo todas las mentiras que me rodean. En este mundo cuesta ya tanto saber lo que es verdad.
Me senté en un banco, a la espera. Pero pasaban los minutos y él seguía sin aparecer. Me desesperé. Si él no podía cumplir con su palabra, yo no me quedaría allí esperando como una tonta, a la espera de algo que no llegará. Perder el tiempo no estaba en mis planes.
Antes de que mi impaciencia consiguiera que me alejara de allí, él llegó. Sus manos recorrieron mi cintura, aferrándome contra él. No podía casi respirar. Intentaba mantener la calma.

-          Llegas tarde, suéltame – hice un movimiento brusco para deshacerme de sus brazos, pero no conseguí nada más que acabar enredada en él como desde el principio - .
-          Lo bueno se hace esperar.
-          No me has hecho esperar, acabo de llegar – mentí – ahora suéltame - .

Para mi sorpresa así hizo, pero me entristecí al saber que el motivo no habían sido mis suplicas sino la aparición de sus amigos. Se quedó de pronto callado, mirando al suelo. Luego alzó la vista y como si nada, los saludo. Haciendo que yo no existía, como si fuera algo invisible que sus ojos no podían llegar a ver. Así me sentía, tampoco se alejaban mucho mis pensamientos de la realidad.
Ellos me miraron asombrados, mientras pude ver en sus rostros gestos de gracia. Se estaban riendo. Pensé que de mí. Quise desaparecer en ese momento. No sabía porque estaba allí después de todo. Por tonta, por auto convencerme de que él pueda sentir algo, algo improbable, alocado, enfurecido, alegre, algo, algo hacia mí.

Bajé la mirada, no quería ver las expresiones en sus rostros. Menos en el de Jack. No quería suponer que estaba pensando, tampoco ver de qué manera se comportaba al estar conmigo. Me estaba dejando por ellos. Me molestó tanto que quise contener las lágrimas.

-          Ya estoy aquí – sonrió grácilmente - .
-          Podías haberte quedado allí con ellos, por mí, no había ningún problema.
-          ¿Qué te pasa ahora?
-          ¿Qué quieres? Espera que lo adivino. Quieres que te coja de la mano, que te diga lo mucho que te quiero, que luego no me importe que te avergüences de mi con tus amigos y que hagamos como que no ha pasado nada – dije enfurecida - .
-          Eso estaría bien – bromeó – pero quiero algo mejor.
-          Lo mejor es que no nos hablemos.
-          Pero yo lo tengo claro – le miré expectante, asombrada - .
-          ¿Qué tienes claro?
-          Yo quiero besarte – de pronto pensé que el suelo se elevaba para recogerme, me maree - .
-          ¿Quién te ha dicho que no puedas?
-          Yo, yo me lo digo. Eres demasiado pequeña, te veo tan inocente aún.
-          Sé lo que quiero, te quiero a ti, no soy inocente, tengo las ideas claras, él único que es un cobarde aquí eres tú, no me negarás que no me besas porque tienes miedo de que tus amigos te digan algo– pregunté como una leona dispuesta a saltar sobre el cuello de un ñu.
-          Yo… - le interrumpí
-          Tú das asco, eres un cobarde, patético, inmaduro – podría haber seguido, pero, me acaricio el rostro y eso me hizo retroceder. Con la yema del dedo me tocó el labio inferior, acerco su cara a la mía cada vez más, rozó sus labios con los míos y rodeo con sus brazos mi cintura, se le notaba nervioso.
-          Jack para. No sé porque estás haciendo esto. No puedes. Yo creo que tal vez tengas razón – sabía que no la tenía, pero aun así sentí miedo, eso me hizo apartarme – no quiero que hagas esto porque te sientas obligado. Sé que no puedes por lo que opinará la gente.
-          La gente no me importa. Tengo personalidad.
-          A veces tienes una forma muy curiosa de demostrarlo – susurré – pero no quiero seguir hablando del tema. No quiero pensar en que pasará o en que es lo correcto. Lo correcto me da igual. Vamos, que se nos va a pasar la tarde. Y me quiero dar un baño – sonreí - .

La playa estaba repleta de gente. Era un buen día para estar allí. Disfrutar del sol, la arena y de un refrescante baño. Era el día con la temperatura perfecta, el mejor sitio en el que estar, con la mejor compañía.

Encontramos un sitio rapidamente a pesar de la cantidad de gente que se había puesto de acuerdo en venir hoy hasta allí. Dejamos todas nuestras cosas y lo primero que hice fue ir a darme un baño.

-          ¿Vienes, Jack? – le dije mientras ya me dirigía hacia el mar, haciéndome mientras una coleta - .
-          Sí, pero espérame – no le hice caso, el pareció un poco molesto dada mi total despreocupación. Se quitó la camiseta, dejando al descubierto unos perfectos músculos bien definidos. Tal vez él no estuviera del todo contento con ellos, pero para mí, estaba bien. Me dio vergüenza ponerme en bikini delante de él, por no llegar a ser lo que él se esperaba, por eso necesite rapidamente que el agua tapara mi estructura. Hizo gala de su esplendida sonrisa y vino a por mí.
-          Jack, para, para – grité, pero ignoró mis suplicas, supongo que como de costumbre. Salí corriendo, no sé ni siquiera porque lo intenté. Sabía que él ganaría esta carrera, tan rápido como de la misma forma que conquisto mi corazón.
-          ¿Cómo dices? – no quise mirar hacia a tras para no darme cuenta de que casi estaba a mí lado - .
-          ¡Por favor!
-          ¿Qué dices?
-          Ya me has escuchado – estaba ya en la orilla - .
-          Pero me gusta oírlo.
-          ¡No! – arrojó mi cuerpo al agua, el suyo también calló con el mío. Me agarró fuerte pensando que así no me pasaría nada. Salimos de las profundidades en un par de segundos después de aguantar la respiración durante estos.

Las gotas de agua recorrían su rostro. Así, mojado, tenía un aspecto diferente. Besó mi mejilla sin dejar de agarrarme, me tenía entre sus brazos, no había manera de salir de allí, pero aún así lo intenté. Le salpiqué con fuerza; él retrocedió mientras cerraba los ojos. Aproveché ese instante para escapar. Seguí salpicando agua, pensando que haría el mismo efecto, pero volvió a alcanzarme como antes, como siempre. Se abalanzó sobre mí, hundiendo mi cuerpo de nuevo, él suyo permaneció en la superficie. Me inmovilizó, intente escapar, fracasando. Sonrió de nuevo.

-          Una cosa – dijo él.
-          ¿Qué quieres ahora?
-          Te quiero a ti.
-          ¿Cómo?
-          Te quiero a ti – dijo firmemente - .
-          ¿Qué has dicho? ¿Qué? – me reí - .
-          Me has escuchado.
-          Me gusta escucharlo.
-          ¿Ah sí?
-          Sí – se acercó a mi oreja - .
-          Te quiero – susurró mientras me miraba a los ojos, sin dudas, le amaba - .
-          Quiero que se lo digas al mundo.
-          Te quiero – volvió a susurrar - .
-          ¿Por qué me lo dices a mí?
-          Porque tú eres mi mundo.
-          ¿Sabes que creo yo?
-          Sorpréndeme.
-          Que exageras.
-          ¿Sabes que creo yo?
-          Sorpréndeme señorito.
-          Que tú y yo nacimos para estar los dos solos en otro mundo. Apartados de los demás, tú y yo.
-          ¿Tú crees?
-          Claro.
-          ¿En qué mundo quieres estar tú? Hay muchos donde escoger. – hizo una pausa, meditando, luego, contestó - .
-          En uno en el que estés tú conmigo.

No aguantaba más esta situación. Como pretendía que me quedaría allí, congelada, en el agua; escuchando todo eso que tenía para decirme y que yo me lo creyera como una tonta.
Le miré desconfiando, pero su mirada me transmitía tanta calma que no había otro sitio donde preferiría estar. Se acercó a mí. El corazón dio un vuelco, desató su locura. Besó mi cuello, mientras aferraba mi cuerpo contra el suyo. Cerré los ojos con fuerza. Rodeé su cuello con mis brazos y me abracé a él con fuerza. Ascendió a mi barbilla. Noté su sonrisa intranquila jugando con mis labios. Abrí los ojos de golpe, me sorprendió encontrarme tan cerca de él. Mirándolo frente a frente sin miedos, confiada. Enredé mis dedos en su pelo. “Te amo” pronunció sin voz. Me besó. Sus labios sabían a sal, al mar. Continué sin poder abrir los ojos. No podía. Tenía miedo, sería todo un sueño. Aparecería en mi cama después de todo esto.

-          ¿Te encuentras bien, pequeña? – acarició de nuevo mi mejilla y volvió a dejar caer sus labios en los míos - .
-          No ha sido un sueño – al escuchar su voz abrí los ojos - .
-          Dime que no, no quiero que lo sea –sonreí -.
-          No era un sueño –contemplé su rostro, era diferente, me miraba de una manera especial. Entregada. Nunca nadie me había mirado así – y si lo es, no voy a despertar.
-          ¿Cómo conseguirás no despertar? – le besé, esa fue mi respuesta - .
Le abracé fuerte pensando que ese instante nunca acabaría.

El sol secaba ya las últimas gotas de mar que yacían en nuestra piel. Él fruncía el ceño con los ojos cerrados, yo lo miraba, sonriendo sin darme cuenta, queriéndole más de lo que debía. Tal vez estuviera dormido, pero no soñaba como yo. Me gustaba imaginarnos viviendo en una casa, juntos. Viendo su rostro por las mañanas, daba igual, a todas horas; no me cansaría, porque era a él al único que quería ver durante el resto de mi vida. Sonará estúpido, cursi, pero es solamente lo que siento.
Abrió los ojos de pronto, extrañamente sonrió al observar que estaba allí, a su lado. Acarició mi mejilla. Seguía sonriendo. Me asombrara su exceso de felicidad. Estallé de la risa.

-          ¿Qué pasa? – se preguntó él, extrañado.
-          Si vieras tu cara lo entenderías.
-          Gracias, maja.
-          De nada, don caretos.
-          ¿Pero qué  le pasa ahora a mi cara?
-          Estás sonriendo.
-          ¿Qué tiene de malo?
-          Estás sonriendo al verme.
-          Lo sé.
-          Tiene gracia.
-          Pues si sonreír por tener a mi lado a la chica más guapa de todas me hace ser gracioso, entonces soy el chico más chistoso de todos.

Apoyé mi cabeza contra la toalla. Mentía bien, demasiado ya que ahora estaba colorada, y no era el sol. Él no lo veía, pero yo sonreía. Yo no lo veía a él, pero estaba retenida su imagen en mi mente. Deslizó su dedo índice por mi espalda. Me estremecí. Gire mi cuerpo, para encontrarme con él. Tapaba el sol. Besó mi cuello.

-          Sabes a mar.
-          ¿No me digas?
-          No te digo.
Reí. Odiaba sus chistes malos. Odiaba reírme por ello. Odiaba sentirme tan impotente. Agarré su cuello, besé sus labios.
-          Sabes a mar.
-          Copiona.
-          No. Tú. Yo sabía a mar antes.

Sonrió sin ganas ante mi intentó de broma. Agarró mi cintura y apretó sus labios contra los míos. El sol bajaba poco a poco, casi hasta fundirse con el horizonte. Esconderse tras él y desaparecer. El naranja y rosa surcaban el cielo, llenando a este de un colorido especial.
Nubes. Nubes sencillas. Nubes con formas. Dragón. Oveja. Pájaro. Flor. Nada. Corazón. Tú.
Nos habíamos quedado quietos, en silencio, tumbados el uno junto al otro, después de risas, bromas, de quererse. Después de odiarse, de sentirse. Juntos.

-          Pequeña.
-          ¿Sí?
-          ¿Sigues ahí? No hablas – silencio - .
-          ¡Tierra llamando a Bri!
-          Hola Tierra.
-          ¿En qué pensabas?
-          En nada.
-          ¡Venga! No se puede no pensar en nada, ni aun queriendo. Esa respuesta es estúpida.
-          La adecuada para uno.
-          Que mal me tratas… - bromeó -.
-          ¿Tú crees?
-          Sí.
-          ¿Te enfadaste? – me dio la espalda -.

Agarré su cuello, apoderándome de todo él. Le besé.

-          ¿Y bien?
-          Eso está mejor, rubia – me devolvió el beso - .
-          Es hora de irse a casa, ¿no crees?
-          Si eso implica no verte, no, no lo creo.
-          Pero nos vemos el lunes. No queda tanto.
-          Una eternidad, más o menos, me parece.
-          Exagerado – le di un fuerte golpe con el puño en el hombro - .
-          Ya veo lo que me vas a echar de menos.
-          Entonces te debes de asustar.
-          ¿Por qué?
-          Porque ya te estoy echando de menos, ahora – me abrazó fuerte - .

6 comentarios:

  1. Que bonitooooo!!!!!!Soy una seguidora más a partir de hoy.Me alegro d haber aceptado tu invvitación y leer esta bonita historia que yace ahora y que me gusta tanto...No pares de escribir!!! ansiosa por leer mas capítulosssss ;)

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  2. Oins, que bonito es el amor cuando lo puedes iamgianr como tu quieres jjajajaja. Me ha encantado , P.R.E.C.I.O.S.O :))) >Espero el siguiente : DDDD

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  3. es ¡PRECIOSO!¡ME ENCANTA! (sobre todo jack...) yo tb estoy escriendo uno si kieres sigueme http://unmundodiferente-vic.blogspot.com/

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  4. el amor te hace tonto, 'que bonito' jeje :)
    simplemente genial!
    Saludos :) te espero!

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  6. Muchas gracias enserio :D
    Me hace muy feliz que os guste y espero que la disfruteis tanto como yo escribiendola
    Un saludo :)

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